jueves, 22 de enero de 2015

A MACHACAR.-








Este  reino  administrativo,  que burocratiza  hasta  la libertad
por  los que más la proclaman como un  suvenir,
en este lugar donde es peligroso comerse algo ( como unas setas)
inconexo a la red informática policial: ellos no se privan.

Eres  un  hambriento sin  identificar, con apellidos, pero  ralos,
incomprendidos  para la jerga  primate  de maderos que aporrean.
Y  resulta que tú, con toda  esa informalidad, eres el árbol
que  les  da sombra, que les  llena los bolsillos de comida:
detenidos  X  alimentos:  productividad  a tope.

Es  peligrosa  la libertad, incluso más que  para nadie,
para quien la ejerce  inocentemente;
porque siempre hay  guardianes  en  las  puertas  de  sus   palacios,
que  te  cachean,  te sacan las huellas y la fisonomía,
para que los de siempre salten la banca  oficial  y oficiosa,
sin ser  identificables,  más  que  por  su  perfume  predador.

Los requisitos de identificación más infalibles son el dinero y los amigos,
y  los amigos de los amigos, eso tan conocido en  Sicilia y Nápoles,
y  que decora  sus  monumentos  y sus calles  de descuidado arte
pueblerino, con el habla  cantarina y duende  que lucha por escapar de todo.

Nos  gobierna  un neoliberalismo  estalinista, un  fascismo 
de papel mojado  y confeti,
y  por eso la gente sufre esta transmigración  de los miedos:
el miedo a no  hacer, es  ya más grande, debe serlo,
que el miedo a hacer  lo que es debido.

Y  arriba está el hombre del almirez,  esperando el momento de aplastarnos
con  su  mano  opaca  entre las sombras.
Pero nosotros  sabemos  ya, que el  poder de machacar, se vence  moviendonos
sin plan premeditado, sin menú para matar o respirar sangre alguna.
Y, sobre todo, dispersando  nuestra  risa y nuestra lagrima, caliente y hermanada.

El poder de machacar no está en la mano, si no en la fuerza de la mente
que  sostiene ese designio,
y  nosotros somos tantos, los que tenemos sobradas razones,  para machacar
toda  la   resignación  y  el entreguismo de nuestra  Era  Dormida:
que  no  podemos, no podemos, no debemos,  
quedarnos mirando cómo nos derriba, nos tritura, nos  engulle,
nos  digiere   hacia el  abismo,  el  dinosaurio gigante de las urbes.

Podemos hacer algo,  lanzarle  al vacío con nuestra rabia de dragón,
y nuestra astucia  de  vencidos  de la historia,
de ratoncillos que ven su tesoro de queso, 
entremezclado  en  la tierra que  ellos  asolaron.

APU
2015-01-19

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