Si gana Syriza ganará también Europa
Si los propósitos de Syriza salen adelante, los dirigentes europeos
que en privado critican la austeridad podrían atreverse a dar un paso
adelante y ponerse en frente de Berlín
Syriza quiere obtener la mayoría absoluta. Y la
probabilidad de que lo logre crece a medida que se publican nuevos
sondeos. El último, de comienzos de esta semana, le daba el 34 % de los
votos y los expertos dicen que le haría falta entre el 35% y 39 % para
obtener la mitad más uno de los escaños del parlamento. Pero tan
significativo como los pronósticos demoscópicos es el nuevo tono con que
los grandes medios internacionales están valorando últimamente esa
posibilidad. Empieza a asumirse que el partido de Alexis Tsipras va a
ser el que el gobierne, que el cambio va a producirse. Y tan nuevo como
eso es que los apuntes que sugieren ese convencimiento lo hacen sin
temor a que eso ocurra.
Uno de los comentarios más
llamativos en ese sentido es el que acaba de hacer Handelsblatt, el
mayor diario económico alemán: "Puede que una victoria del carismático
Alexis Tsipras constituya una ocasión real para Grecia, al tiempo que va
a acabar con los políticos de los partidos del establishment que son
responsables de la enorme deuda pública, de los privilegios fiscales y
de una administración financiera desfalleciente". Todo un desafío a la
postura oficial del gobierno alemán al respecto. Porque aunque lleve
unos días callada, y eso ya puede ser un síntoma de que el panorama está
cambiando, Angela Merkel prácticamente ha venido a decir que un
gobierno de Syriza sería poco menos que la peste.
Sobre que Mariano Rajoy está en esa misma línea caben pocas dudas. Su
imprevisto viaje a Grecia para apoyar al líder de la derecha despeja
cualquiera de ellas. Rajoy quiere que gane Samaras no solo porque teme
que su derrota reforzaría a Podemos, sino también porque la política que
aplicaría un gobierno de Syriza, por mucho que moderara sus
planteamientos iniciales, pondría en cuestión la política que él aplica
en España.
Para Angela Merkel, la victoria de la
derecha griega responde también a una cuestión de principios. Porque hay
cada vez más indicios de que otros gobiernos europeos y, sobre todo, la
comisión de la UE o, cuando menos, parte de la misma, estaría dispuesta
a llegar a un entendimiento con un gobierno griego en manos de Syriza.
Dentro de lo razonable. Que hasta pudiera ser bastante, aunque no fuera
desde un primer momento. Lo contrario, la cerrazón absoluta, sería
bastante más peligroso. No solo para Atenas, sino, sobre todo, para la
UE. Porque, puestos a malas, podría llevar al temido "Grexit", a la
salida de Grecia del euro, que por mucho hierro que traten de quitarle
los economistas amigos de Merkel podría ser un desastre para la moneda
única.
La postura más reveladora en ese sentido es la
del comisario europeo de economía, Pierre Moscovici. Este destacado
dirigente del Partido Socialista Francés ha cambiado sustancialmente de
postura en pocas semanas. Si a mediados de diciembre viajó a Atenas en
lo que se entendió como un apoyo a Samaras, ahora dice que se le ha
malinterpretado, que no tomó postura en el debate político griego. No
solo eso, sino que ha añadido: "Nosotros deseamos que en Atenas se siga
una línea reformista, pro-europea. Pero esa línea puede ser seguida por
los unos y por los otros".
El diario digital francés
Mediapart dice que destacados funcionarios de la UE creen que no es malo
que en Grecia se produzca un cambio de orientación política. Porque
Samaras no ha hecho nada sustancial para mejorar la situación y las
perspectivas del país. Porque está demasiado ligado a los llamados
"oligarcas", los poderosos grupos de presión que controlan los medios de
comunicación, el sector inmobiliario y los contratos del estado y
condicionan la política del gobierno, particularmente la fiscal. Y
porque lo único que es capaz de ofrecer son más recortes y más subidas
de impuestos.
Esas opiniones, de confirmarse, se
inscriben en un debate mucho más de fondo. El de que la política de
austeridad ha dejado de tener sentido. Sobre todo porque no funciona. Y
el desastre griego es la confirmación más clara de ello, aunque lo que
está ocurriendo en España, en Italia o en Francia tampoco se queda muy a
la zaga. "Esta locura económica no puede durar para siempre, la
democracia no lo permitirá", ha escrito Joseph Stiglitz.
Son cada vez más numerosos los expertos que opinan que existe un
espacio, y algunos creen incluso que no es pequeño, para negociar la
deuda griega, para recortarla eliminando los intereses, para alargar el
plazo de los vencimientos y hasta para más. Aparece cada vez más claro
que el problema no es económico, sino político, de poder en la UE.
Porque si los propósitos de Syriza salen adelante, los dirigentes
europeos que en privado critican la política de austeridad y que están
hartos de ella podrían atreverse a dar un paso adelante y ponerse en
frente de Berlín. También eso está en juego en las elecciones griegas.
Tsipras ha moderado su discurso. Porque quiere atraer al máximo posible
de griegos a su empeño. Es decir, porque quiere ganar. Pero también
porque no quiere que esa victoria termine en desastre. Este miércoles ha escrito lo siguiente en el Financial Times:
"Como miembro de la eurozona, un gobierno de Syriza respetará las
obligaciones de Grecia para mantener el equilibrio presupuestario y se
comprometerá con objetivos cuantitativos. Sin embargo, es una cuestión
democrática fundamental que el nuevo gobierno decida por sí mismo como
alcanzar esos objetivos. La austeridad no forma parte de los tratados
europeos; la democracia y el principio de la soberanía popular sí lo
son".
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