domingo, 15 de marzo de 2015

Cuando los muertos no olvidan

Cuando los muertos no olvidan a los vivos
hay que enterrar sus huesos bien hondo,
bien duro, bien quieto el silencio.

Cuando los vivos no olvidan a sus muertos
hay que apresar el odio entre los dientes
para ocultar demonios de pavores familiares.

Cuando los vivos más vivos quieren matar
la historia de miles de huesos que gritan su
hambre de luz y de orden decente,
hay que apresar los hechos de la historia,
y cocinar una chapuza entretenida, disuasoria.

Hay que dar a conocer la receta por todos
los rincones del olvido apresurado;
cegando, mintiendo, apagando, tapando los huecos;
que la anoréxica memoria reine en nuestras almas,
y se nutra, golosa, de su propio vacío insolente.

Pero si los muertos no olvidan su presa,
hay que empezar a aprender a vivir con ellos,
encima y debajo de la cama, entre visillos de niebla,
por conseguir estar tan vivos como ellos nos hacen.

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