miércoles, 4 de marzo de 2015

El carné del club de los idiotas.-





Por las nubes de mi sangre galopan autopistas de caballos azules;
los ves desde el alto balcón de tus ojos, como si fueran hormigas soldado.
Y no sabes que ese cobalto de azur es el color de la vida para algunos.
La única vida  formícida que tienen
y de la que se aprovecha el chulo gracioso de turno
pisando con su bota de poder, la casa  frágil de la vida

Por eso bebes por la herida paraísos de neon,
y te ríes sin recato de los que infringen maniáticas memeces,
con  poderosa razón te toman el pelo y se ríen de ti
porque no te afeitas, y ellos en cambio, no sudan por las axilas,
pues no les corre sudor por las piscinas del alma.
Beben vinos caros y estafan al fisco muy de guante blanco,
están enchufados en puestos de medio pelo o de pelo y medio,
y todavía presumen.
En los tiempos en que había vergüenza a esos se les llamaba chupatintas,
mequetrefes,
chisgarabís,
petimetres,
botarates,
lechuguinos.
Son burgueses de alto y nuevo cuño,
no como tú, colgao en tu pasado de bucólica  heroicidad  .

Pero una revolución llegará
y se llevará la mierda como los ríos se llevan el barro.
Sin preguntas.

Porque  hay bosques de oxigeno esperándonos, respirando por nosotros,
solo por nosotros,
asfixiándose,
crucificándose por esta humanidad sin tino,
que vive debajo de nubes de hormigón y ácido.

El toldo dorado ya no nos protege, se ha vuelto en contra nuestra.
Solo nos defienden de sus enemigos fantasma los dueños de los periódicos
de rancio , esquivo y cerril abolengo
con campañas antitodo y antinada.

Hay lápidas de asfalto aplastando la nube del marfil de memorias sagradas,
de las selvas de ortigas, y toda la aristocracia de monedas crápulas,
con sus malas compañías verdecidas sin amor.

Busca un lugar en esta estepa de colores y atrinchérate en tu bunker,
pues nos esperan tiempos difíciles para las buenas gentes del campo
que nunca renegaron de sí mismos.

Y no apagues el televisor
o te perderás la noticia del fin de un mundo sin arrugas.
Será la señal de que volvamos a los campos,
a vivir como hombres decentes.
Volver  a la tierra que nos ama,
y dejar estos antros  llenos de hormigón en las almas
y ruinoso vacío en los cerebros.

Hasta el glorioso día en que los revoltosos davides quememos,
todos juntos,
el carné del club de los idiotas.


Álvaro Pérez
2008-07-21

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