El Manzanares pasa en silencio por el Pardo,
y es una selva nutrida por
humus de noticias,
alimentada de neumáticos mal aparcados,
como una bolsa de petróleo que dio ya frutos.
Y hay cementerios de elefantes, entre los árboles,
se ven los esqueletos de madera de los paquidermos,
los patos afilan su pico
en esa dureza afanosamente sola
y escondida, para ojos que
solo ven lo que les dicen.
Por el Pardo pasa un río escondido, despeinados sus
harapos
en un fleco del tiempo
que lucha contra el hombre de verdad.
Contra el hombre que algún día bebió de un río
sin dolor,
contra el agua que peinó, en caricia dúctil, todas las pieles hermanas.
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