martes, 10 de marzo de 2015

SEXO TIRANTE







Desde que vi a Jack Lemon vestido de mujer, supe que algo en mi historia vital iba a acabar torcido. Siempre había aceptado seguir hasta entonces los dictados de la costumbre. Hice y vi todas las cosas que debe suponerse a un varón, en mi época infantil y adolescente. Incluso escuche esa canción que pedía a las mujeres no ir a los toros con minifalda, muchas veces. Más que nada, por revolcarme de risa en la alfombra del salón paterno. Pero ya en la juventud empecé a leer las novelas rosa de mi madre, y a ver los culebrones que encandilaban a las mujeres en las peluquerías. Y  no es que se me fuera la pluma cuatro pueblos, solo que me harté de ser lo mismo que los demás. Pero también, por ejemplo, empecé a leer al cerebro de testosterona de Hemingway, que no resulto para tanto. Solo me fastidiaba que los gustos tuvieran que estar adjudicados de antemano. Las chicas que me hacían tilín, (que sí), no tenían término medio, pasaban de las chicazos (eso sí, con cuerpo felino de modelos), a las tías sofisticadas fronteras con la cursilería, pero no las veinticuatro horas. Porque me aburría hasta el hartazgo una fémina machota desde el amanecer hasta el ocaso, o almibarada todo el día. Era un caso, pero por un extraño sortilegio se me pegaban chicas que reunían cualidades mixtas, o mejor dicho, bien distribuidas a lo largo del tiempo. Pero solo Ronda se quiso casar conmigo. Yo tenía claro que si me casaba, no trabajaría en una oficina, pues yo era adiestrador canino y felino, además de músico. Ronda, que hacía karate y kung-fu, acepto desde el principio que me ocupara de las cosas de la casa, pues ella tenía en mente desde siempre que iba a trabajar como arquitecto, diseñando edificios ecológicos........................












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