Era todo un futuro abierto en aquel local cerrado
tú comunicando en chispas anhelantes de un sonido.
Era todo un futuro incierto en aquel local cerrado,
pero abierto al calor de los cuerpos, como espíritus
en rascacielos neblinosos de aventura.
Era un presente, experimentada apretura de gozo,
por luchar contra el dragón de la nostalgia rendida.
De la duda regalada tantas veces, al enemigo que flota
como una boya de carmin desengañado de la vida,
pero implacable con los que quieren hundir su color,
en la inclemencia de no estar ya, no ser nada,
haber dejado de estar a la vista de las muchedumbres
amorfas, que aplauden hasta la sangre de historias bobas.
Era un clamor de cerveza y sudor llorado a cánticos
esa espuma, que iba y venía de tí a mi, como la espuma
que en las olas peina canas de sal y vaiven.
Una ola de maradentro fue tu hombro tocado por fin,
en un acto de fe en las coincidencias, tantas, tantas,
como el color de cielo que la vida pintó en tu mirada,
después que un viento lo nevara todo y dejase el fondo
austral. Tu pensamiento invicto de lapiz: arkaitz,
bajo las flores de tu pelo, como un brindis al valor.
Es esta una declaración de amor al tacto, una canción
al tiempo no nacido, a un mundo de seres denigrados
(aire, agua, tierra, fuego) que existieron, como un soplo de voz
y afan, antes que los hombres, pero aun brillan, como las estrellas
muertas, como los puños derrotados entre doce cuerdas
como alas de ángel exterminador y trompetero.
Ese amor, confundido en una balada Laramie, su balada
por las luchas hombro con hombro, dándonos besos
en nuestros labios como letras de un solo coro, que cante
un himno indestructible, en donde el centro seamos todos
alma, todos tiento, nada pugne por el crucigrama perro.
Nada se interpone, ni se muerde la sombra de su propia
cola, a la que estamos todos invitados, con una condición:
no aguar la fiesta del mundo que nos espera, soñando
luchando, rogando, riñendo, amando, sufriendo, viviendo.
Es todo un futuro abierto e impaciente.
Una balada abierta a los abrazos ciegos y desnudos,
de lo que separó mi mano de tu hombro.
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