miércoles, 4 de febrero de 2015

JOY CITY.-





Joy  City  era la ciudad  más cachonda del oeste.
Tanto que   empezaba a convertirse en  el principal hito en la ruta turística de los  avistadores de búfalos, pieles rojas,  cabareteras , cowboys  y pistoleros.

Se había inaugurado para más inri, un nuevo conjunto de locales, en los que se podía apostar  a  toda  clase de supuestos, en la más pura tradición británica:  quien sería el próximo  flechado por los indios, avasallado por un búfalo, agujereado por  el pistolero más despiadado, o atacado por el puma mas gigantesco.  Todo esto aparte de los juegos habituales.  En el salón de toda la vida estaban que echaban humo.  Pero la  mandamás de la comarca,   Mistress   Espy  Onza  Guaier,  una mujer entrada en años y salida en  malas pulgas, dictaba y ordenaba hasta el vuelo de la ultima mosca del condado.  Y no solía parar en barras, en cuanto a los métodos requeridos  para cada caso.  Algo nada  raro en el oeste, pero menos habitual en una mujer, que además no era norteamericana anglosajona, sino de origen armenio.  En esa cultura   era habitual por lo visto la preponderancia de las mujeres de ciertas  familias muy   señaladas  sobre los hombres, y la mistress lo manifestaba claramente, con su marido  en  primera  línea de fuego.

Solo el  juez Alfred  Rubik, le plantaba cara, habitualmente con los mismos métodos.  Pero con  métodos así , no había sitio nada más que para una.  Y el juez Rubik, frecuentemente debía retirarse a sus posesiones de la lejana sierra  Saltamontes, para lamer sus heridas. Entre dimes  y diretes , cada comarcano  desgranaba  su teoría sobre  el tipo de sentimientos que inspiraban  una relación tan  espinosa, pero que siempre tenía como corolario, que estas dos personalidades  no  podían vivir juntas, pero tampoco muy separadas.  Y  nunca  habían  hecho  ni siquiera el ademan  de  alejarse  mutuamente  para siempre.   Tampoco  sabía  todo el mundo  que  el juez, no era en realidad tal juez, por lo menos no en la calidad  en la que lo eran sus colegas de nombre. El ejerció tal oficio, pero  en puridad solo debido a sus  maquinaciones, amenazas  y  chantajes. Su apodo de “ juez”  venía  de mucho  antes.  Juez de vidas y de  muerte. 

 La   historia se complico cuando uno de los nietos,-  sobrino-nieto, este -,  de  la poderosa  Miistress  Onza  se enganchó al juego y a las poderosas razones que le proporcionaban  las chicas  del  complejo  lúdico.   Estas,  en  paños menores,  ofrecían tabaco, bebida, fichas de juego, y algún descanso en ciertas salas discretas, en los momentos que  los jugadores  lo requerían.  Este proceder  ya había  provocado reyertas,  jolgorio  desbocado,  ruidos infernales  en los contornos,  escenas  de  porno duro en plena calles  llegadas ciertas horas  intempestivas  de la madrugada, y algún embarazo que otro.  Pero al  sobrino-nieto de  mistress Onza le había proporcionado un amor fatal  y casquivano. Una chica de la que se encapricho desde el momento en que la vio.  Las continuas reyertas entre ellos en  el  mismo local, chillándose entre las mesas, por los celos  que  Harper  no podía evitar, eran el hazmerreir de cada   día, con   algunas jornadas en las que se tomaban algún descanso.  Más que nada debido a que Harper, conocido   como  “ el nieto”,  debía coger periódicamente  una  melopea  de  caballo  para frenar la agresividad de sus  envidias  hacia todo el que se acercaba  a  su chica.  Dado que esto era inevitable,  a causa del tipo de trabajo de la joven, el futuro  unido de ambos no se presentaba muy halagüeño.

El  caso es que a Harper se le metió entre ceja y ceja que un hombre  muy frecuentador de aquellos garitos de moda, hacía demasiado caso y miraba con ojos demasiado codiciosos a su nena. El mejor amigo de  Harper,  Franper  Williams, era un pistolero  mas vocacional que profesional, y más de boquilla que de  obra.  Pero las continuas reyertas de Harper le obligaron  a  entrenar duro, en  previsión de males mayores, y fácilmente presagiables.  El hombre que  mosconeaba  en torno  a la chica de Harper no tenía realmente ningún interés serio en ella, pero era el típico espécimen del  oeste que siempre  se sentía con el derecho a  dar la nota y hacer que  se fijase  en él  todo el mundo.  Y solo siguió molestando a la niña, más  que  nada  por incomodar, y porque le sublevaba el que Harper  denigrara  su albedrio de ciudadano  americano.

A  través de algunos de los individuos del corro de sus amigotes, el susodicho individuo, mando un recado al juez Rubik, allá en la sierra Saltamontes.  El juez, automáticamente, vio una  excusa fácil para hacer la puñeta a su eterna enemiga .  Mando unos esbirros a realizar un trabajo muy concretamente planeado.  Entrarían en el local, y vigilarían, para en un momento en que la chica de Harper estuviera en los lavabos, o en sus cuartos de descanso, y  asegurándose de que  el alborotador  hombre  protagónico, estuviera bien a la vista de Harper durante un largo rato, actuar en consecuencia.................

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