miércoles, 4 de febrero de 2015

VIVIR POR NO DORMIR.-



Vivimos un país de noticias que huelen a cochambre, vivimos  un mugar don de tu mano  derecha  es  capaz  de cortarle  la piel a la izquierda  para robarle un trozo de espejo.

Vivimos un país  que tiene  derechos, pero no tiene derechas   que los  hagan respetar, ellos están atareados con nuestros deberes. Metiendo sus  derechos privados y secretos en cajas fuertes  escondidas de la ley  y el orden.

Vivimos un país que es invivible desde el  inicio hasta el pitido final del día, porque el pito solo lo tocan pájaros de cuenta.

Vivimos un país de ratas de dos patas, que han vencido a las plagas del  Medioevo, creando pestes  más  corruptoras, gangrenas del espíritu que te encogen  las ganas de perdonar.
Ya no sabemos dónde está el progreso, porque los que  dirigen los pasos  de esta sociedad ofidio,  llenan las mentes y la vista con alucinaciones  futuristas, que  siempre  se adelantan a cada  presente  desvivido.

Vivimos como pájaros de oro, en jaulas de  herrumbre  tetanosa, una circunferencia viciosa, que te hace  nacer al día como su fuera  una creación, y morirlo como si  un  hampón pagado se encargase de matarlo antes del sueño. Como si un actor creara una ciudad para cantar, la ciudad del canto, y al final del día, los jueces del gobierno hubieran prohibido cantar por alegrías.

Hay días que parece que vivimos por no morir. Hay veces que es mejor  dormirse un año entero, un siglo. Que daría igual, porque los que  crean la máquina  de la imagen  tienen anestesiada  la  realidad a su antojo.

Y no hacen ni observar sus tan manidas tablas de la ley, solo las citan con voz engolada y fatua. Porque  para ellos son de chocolate  suizo, con las que adornar su tartas de niño repelente y adicto.  Es una neolengua que nos esclaviza, porque se recrea en recrearse. En crear su propia destrucción  creativa, que amenaza , qué dulce amenaza, encerrase en sí mismo, en ti mismo, para dejar de escuchar esos canticos de pájaros cuchara. Que matan de hambre al quien  oye   su  canción  entera.

Mucha más verdad hay en los vasos de vino  que  ensucian las entrañas, con algo  que amenaza de frente. Ese vino peleón de vagabundo, para dormirlo al sol de invierno,  como una ley  de  dios  naturalista.
Mientras, ellos siguen en sus sillones, llenando sus tripas de Moet & Chandon, de vino Imperial, del último descubrimiento de los  mesoneros  del  reino y  sus  almireces  mágicos.

Tenemos la derecha política y mediática más guarra de  Europa, y en vez de darle altramuces, bellotas y pienso Sandoz, le damos cancha y las gracias por haber creado patentes. La patente Transición, y la patente Marca España, y el patriotismo constitucional escrito en papel confeti de letrina:  ahí reside el patriotismo de la diestrosa. De la osa grizzly  de la política en las venas; usan lo público como su LSD, como su coca, para no tener que preguntarse quienes son cada día.  Es una ideología de la destrucción,  la que anida en sus vergüenzas  cínicas, es morir o matar. Pero morir o matar , aunque muramos todos.

Solo queda el consuelo, de que quizá quedemos, queden algunos, como el último hombre después del diluvio, del apocalipsis final, del Armaggedon. Y que no sean de ellos. Que una nueva raza  fina, recia, virtuosa y valiente, subsista, como hija de los hombres que no supieron ni quisieron  vivir las palabras de la ley vacía que adornaron tanto tiempo las paredes decoradas  de sus casas sin alma.

Vivimos por no dormir.

Por qué no dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario