miércoles, 4 de febrero de 2015

POLÍTICA OVINA.-

Erase una vez una joven oveja con problemas de autoafirmación. Nuestra protagonista tenía una extraña afición a degustar preferentemente, entre toda la flora comestible de las majadas y las dehesas, los cardos borriqueros, brotes de margaritas silvestres y de crisantemos salvajes. Durante muchos años siempre había sido una oveja de derechas. Y había dejado de balar después del destete.

Ella, la oveja Rosa, una de las pocas ovejas negras del rebaño, defendía, porque así se lo habían enseñado, la obediencia ciega al pastor y a los perros de carea, el temor y el odio  a los lobos, vengan de donde vengan, y la afición a desfilar en grupo o manada.

De repente un día, se sintió tremendamente ridiculizada, ante otra joven oveja como ella, que en su minigrupo, segregado del resto, de ovejas pijas, defendía la disidencia. Defendía la personalidad y el descaro ante el pastor, los perros, los lobos, y los corderos más chulanganos. Nuestra oveja protagonista, Rosa, cayó en un estado de manifiesta depresión. Porque tampoco se juntaba con ningún joven carnero.

El pastor la mando a multitud de veterinarios, parasicólogos y sicólogos, que le recetaron una variedad inabarcable de medicinas, dentro del espectro o abanico de medicamentos que más votos tenían en las encuestas ovinas. La oveja Rosa, sintió unos efectos inusitadamente  inesperados. El primer día se sintió terriblemente ultraderechista, empezó a ladrar como una posesa, y obedecía todas las ordenes del pastor y seguía todos sus movimientos. El pastor, tremendamente preocupado por este comportamiento, mando a Rosa a otro curandero moderno, vulgo neuropsiquiatra ovino. Este le cambió a otro tratamiento medicamentoso, y los efectos no se hicieron esperar. La oveja rosa, a la media semana, se sintió con unas tremendas ínfulas socialdemócratas. Y con inesperadas ganas de aparecer en programas como el Hormiguero, Sálvame con Té, Zappeando que vienen Arreando, Barrio Sándalo, etc...Arengaba a sus compañeras con tremendas soflamas socioliberales, copiadas de un publicista muy en boga de esa tendencia. Pero seguía sin arrejuntarse con ningún carnero joven ni viejo. El pastor, de nuevo, se sumió en una tormenta de recriminaciones, dudas y preocupaciones.

Habló primero con el propio neuropsiquiatra, para darle a entender que la oveja observaba un comportamiento extraño. Pero el médico, le intentaba hacer ver que el comportamiento extraño, era el de la sociedad. Haciendo un inciso, debo señalar, que casi todos los neuropsiquiatras tienen una acusada tendencia por el social liberalismo de mercado desregulado. Cosas de la automedicación, supongo. El pastor, tremendamente preocupado, pensó si el problema estribaría en llevarle a un médico de la seguridad social o a uno privado. Hasta entonces, había llevado a Rosa a los médicos del seguro. Un seguro mixto. O sea, socialdemócrata.

Probó con un veterinario privado, que compaginaba la alta gama de últimas medicinas contra la depresión, con el susurro a los oídos de las ovejas. Los efectos tardaron un poco más en hacerse presentes. Pero a las dos semanas, Rosa ya quería hacerse con las riendas de todo el rebaño y del propio pastor y los perros. Y propuso una guerra contra el eje del mal de los lobos. Todo a base de estricnina, bazokas, minas antitanque, cepos electrificados con diente de sierra carcharodon, y todas las torturas imaginables. Al ser el lobo un animal semiprotegido por esos parajes, esa política podía traerle al pastor desagradables consecuencias. De nuevo, este pobre hombre tuvo de pararse a pensar a la hora de los sueños y a la luz de la lumbre. Empalmando noches en vela, para encontrarle una solución al conflicto. para liar aun más las cosas, Rosa pretendió, con no poco éxito, que sus compañeras se dedicaran a la comercialización de hierbas silvestres, acarreándolas en sus bocas hinchables, para llevarlas a lugares donde pastasen otros rebaños, e intercambiarlas por otras hierbas, desconocidas por su zona. Estableció un ranking de las mejores vendedoras, como en los staffs de comerciales, en cualquier empresa que aspire a matar al resto o morir.
Pronto surgieron grupos de jóvenes ovejas y carneros yuppies, y el pastor se veía en un auténtico brete a la hora de volver a reunirlas a todas. Rosa seguía con sus manías en las comidas, y no se arrimaba, no dejaba arrimársele a ningún carnero de los que la cortejaban. El pobre hombre ya no sabía qué hacer, y pensándolo durante noches y noches, decidió llevar a su oveja Rosa a una consulta de la sanidad pública.

Allí se encontró con la sorpresa de ver ante sí, nada más entrar en el despacho con la oveja, a un simple veterinario, acompañado por lo que parecía un gañan de campo, un basajaun, un hombre más próximo en apariencia a la ralea de los homínidos que a la de los auténticos hombres. Como  recién salido de los bosques y selvas del Pirineo. El veterinario escuchó serio pero sereno toda la larga historia clínica de nuestra oveja Rosa, y el cretino gañan lo hizo igualmente como si tal cosa. Igual que si hubiera estado escuchando volar una mosca. Al final del relato se hizo un silencio, que al pobre pastor le pareció interminable, como siglos de vacío sonoro. De repente, el veterinario carraspeó, y empezó a hablar sencillamente.
-          Creo que el problema de su oveja es que no se cree una oveja. En realidad yo le veo cierto aspecto de universitaria despistada. Aunque sí, de acuerdo, tiene lana, tiene orejas peludas, parece que tiene pezuñas y cuatro patas ¿Pero quién nos dice que no es un vestido? Un disfraz, ya me entiende (el pastor asintió entre embobado y desesperado). Como los de los bailes o las fiestas de disfraces.
-          Pero entonces, ¿el problema es grave? – le dijo el pastor.
-          No, simplemente tiene que tratarla como una oveja. Quitarle esa puñetera manía de comer solo cardos borriqueros, y brotes de crisantemo y de margarita. Le va a dar este pienso,y al meterlas en el aprisco, la entra en uno para ella sola. Le echa allí paja para cama y alfalfa para comer, pero no muy fresca.
En ese momento se escuchó una especie de sonido gutural. Era una tos del homínido neandertal, que resultó ser el asistente veterinario del doctor. Que dijo con voz aguardentosa:
-          Y si a la semana no se le ha arrimado ningún macho, le mete esta mezcla por el culo.
Y le pasó un papel, después de escribir el él unos garabatos. El pastor intentó leerlo, pero esos trazos como huellas de jabalí, le eran imposibles de descifrar. Se lo hizo notar al rústico ayudante:
-          Eso es flor de nuez vómica, escaramujo machacado, pimienta, sal, vinagre y algo de guindilla. Usted la regula según los resultados.

Entonces susurró el neandertal al oido de Rosa unos ruidos que no sonaban ni a balidos, ni a ningún lenguaje que se asemejase, en lo más mínimo, al de las ovejas, fueran estas de la clase que fueran. Sonaron más bien como eructos de roca, espasmos y estornudos de las piedras, o quejidos y llantos de los árboles, la hierba y las hojas.

- Si sigue teniendo problemas, vuelva a traerla para que la sugestione con otra sesión de bosquimania y pradomática- le dijo el ayudante bosquimano a nuestro pastor.

El pastor, apuntó pacientemente la receta, y después de dar las gracias, marcho hacia el coche con Rosa y uno de sus perros, hacia la cabaña donde recogía su rebaño. Siguió las indicaciones de los expertos, y a la semana Rosa empezó a denotar unos alarmantes síntomas de marxismo leninismo. Pero el pastor se dijo ”hacia qué tiende el marxismo y el comunismo, sino hacia la solidaridad y la camaradería. La fraternidad entre los hombres”. Por una vez no se dejó llevar por el primer impulso de pánico, y dejo las cosas correr. Y efectivamente vio como la oveja Rosa se integraba cada vez más en el grupo. En el que además había un saludable intercambio entre las pocas ovejas neoliberales que quedaban (dado que es una tendencia antinatural, Salvo en las ovejas estabuladas de ganadería intensiva), las socialdemócratas, las nuevas comunistas, y las que nunca habían dejado de serlo.

El primer indicio positivo fue que Rosa empezó a balar, cosa que no hacía desde muy pequeña. Al haber probado la alfalfa, le empezó a tomar el gusto a probar nuevas hierbas. El dejar los brotes de margarita fue tan esencial como el ungüento explosivo que había recetado el ayudante cavernario. Al mismo tiempo, quizá animada por la terapia de ruidos, empezó a balar de nuevo, y los galanes, que empezaron a acercársele, iban siendo recibidos con mucha más consideración. Unos con más, otros con menos, como en todas partes. Empezó a engordar y a ponérsele esa típica mirada despistada de las ovejas, que cuando se les tira ladrando el carea parece siempre la primera vez. Como si hubieran visto un OVNI. Quedó preñada, y le nació el primer corderillo.

Y nuestro pastor empezó a cavilar si habría nacido un nuevo partido político en el rebaño.
Pensó si sería muy caro hacer un curso de pradomática y bosquimania.

No hay comentarios:

Publicar un comentario